La Puna catamarqueña
A 4.800 mts más lejos del nivel del mar todo es muy diferente:. La altura impone sus códigos: se camina despacio, se respira profundo, se escucha este silencio inmenso y se habla poco, solo lo necesario.
Ayer nos adentramos en la Puna catamarqueña por una ruta deteriorada por las condiciones climáticas y que por momentos puede ser invadida por los médanos que los cerros encajonan. Las vicuñas habitan esta zona y corren en grupos al sentir acercarse un auto por el camino.
Decidimos parar en El Peñón, una pequeña localidad a 3.400 mts snm, desde donde se pueden visitar varios lugares de esta increíble geografía. Acá solo dan luz desde las 5 de la tarde, hora en que los chicos van a la escuela. El receso largo es en invierno, desde junio hasta agosto, ya que en esos meses las bajas temperaturas y los vientos fuertes hacen difíciles los traslados.
Estamos alojados en un hospedaje: acampar es hostil, los vientos pueden sorprenderte en cualquier momento.
Hoy partimos a la aventura sobre ruedas hacia el volcán Galán. Los caminos solo pueden hacerse en vehículos 4 x 4. Nos acompañó Rolando, poblador de la zona, cuidador de ganado y coplero.. Salimos con abundante agua y comida liviana. Atravesamos ríos de greda (la que se usa para hacer los ladrillos de adobe), pasamos por varias lagunas altoandinas, cruzamos ñandúes y vicuñas.
La Laguna Grande es el mayor reservorio de flamencos rosados de la provincia. Miles viven y se alimentas en sus aguas. La caldera del volcán tienw 45 km de diámetro y en su interior está la Laguna Diamante que brilla entre las arenas negra con sus colores azules y turquesas. También se pueden ver ríos de aguas termales y llegar hasta piletones naturales de agua burbujeante que emite vapores desde adentro de la tierra.
Antes de emprender la vuelta Rolando nos enseñó el ritual de agradecimiento a la Pacha Mama. Si bien yo no practico ningún culto tengo que reconocer que sus manos sabias y curtidas por el trabajo al sol enterrando hojas de coca, y sus palabras de respeto y reconocimiento a la tierra como fuente de vida me emocionaron profundamente y acompañé este ritual con la cercanía que la ceremonia exigía.
Volvimos en silencio, repasando en nuestras mentes una experiencia tan intensa y bella que es difícil de contar.
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