domingo, 14 de enero de 2018

CARRETERA AUSTRAL V

Por la ruta de los ventisqueros

Llegamos a Puerto Río Tranquilo, a orillas del lago Chelenko, que sorprende desde el primer momento por el color de sus aguas turquesas y brillantes. Se los presento con la denominación que a mi entender le corresponde ya que es el nombre que le dieron los pueblos originarios; en los mapas lo encontrarán señalado de una manera del lado argentino y de otra del lado chileno. Una frontera entre países hermanos que no nos deja respetar un nombre ya puesto por quienes lo habitaron desde antes. En lengua tehuelche significa lago de temporales. Y sí, dicen que en dias de tormenta las olas pueden llegar hasta los tres mts de altura. Pero por suerte nos tocó buen tiempo y pudimos acampar y navegarlo. Compartir los refugios en los campings de esta zona es raro, te sentís en otro continente porque abunda el turismo europeo, en bicicleta y en carpa.
A la mañana fuimos en busca de uno de los atractivos de este lago: en un bote pequeño te llevan a navegar por unas cavernas de mármol que se han formado hace millones de años con la erosión del agua. Es una formación con texturas, colores y recovecos increibles. La gente de allí encuentra imágenes y las nombra: la capilla, la catedral, el oso, el perro labrador, la momia, y sigue la lista...interminable como la imaginación.
A la tarde nos internamos en la ruta de los ventisqueros, unos 52 km hacia el Pacifico se recorre un camino entre glaciares que cuelgan de los cerros. Hay un sendero que, caminando entre un bosque de cohiues, te lleva a la morrena del glaciar Exploradores, al pie del monte San Valentín (4058 msnm). Desde el mirador se puede observar la imponente lengua de hielo y las marcas de su retroceso. Este glaciar forma parte del Campo de Hielo Norte, la zona que vamos a bordear en nuestro camino hacia el sur.<br>
En el trayecto también podés bajarte a recargar la cantimplora en cualquier caída de agua que cruces, aunque la cascada La Nutria vale la pena, un salto de unos cuantos metros cae al borde de la ruta y te salpica con la fuerza del agua que choca con las rocas.
Un día muy intenso requiere una buena cena de guiso de papa y cerdo al merkén.










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