lunes, 17 de julio de 2017

SAN LUIS-MENDOZA II


Un hermoso camino serrano, de curvas tranquilas y pendientes suaves, llega hasta La Carolina, un pueblo de piedra fundado por españoles a fines del siglo XVIII, en plena "fiebre del oro". La extracción de este recurso hizo más ricos a los ricos a la vez que enfermaba a miles de mineros que, atrapados por enfermedades respiratorias causadas por las terribles condiciones de trabajo en los socavones, morían cada vez más jóvenes. Hace ya unos 60 años que la mina está cerrada, luego de pasar por manos inglesas y después locales.
En pleno corazón del cerro la temperatura es estable todo el año. Unos 18 grados y una oscuridad total son las condiciones de los túneles que alojan solo minerales, ya que allí no hay ninguna forma de vida. La humedad que baja por las rocas arrastra poco  a poco distintos componentes y forma incipientes estalactitas. Pueden verse los restos de las antiguas vetas de oro entre excavaciones realizadas durante años y años a pico y pala.
Desde el cerro desciende el río La Carolina que con un naranja furioso se abre camino entre las piedras, arrastarndo hierro y azufre. También  algunos gramos de oro entre varios kilos de arena razo
n  por la cual la búsqueda manual de este recurso sigue siendo para algunos pobladores una opción de supervivencia.
Empanadas de vizcacha, una esquina de sol puntano y un arroyo que de a poco se descongela. La tarde cae en los perfiles de las sierras y los penachos de las cortaderas se iluminan a la vera del camino.

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