sábado, 1 de febrero de 2020

NOA. 4 Iruya: entre las nubes y los cóndores





Nos levantamos de madrugada pada desarmar la carpa y dejar Tilcara. 8 30hs  salía el micro hacia Iruya. El verano es la época de lluvias en esta región y el camino al pueblo puede cerrarse. Por esta razón nos habían recomendado hacerlo con tiempo.
Hicimos el recorrido con sol. La buena visibilidad nos permitió disfrutar de la bajada que comienza pronunciada luego de los 4000 msnm a los que se llega en el Abra del Cóndor, limite entre la provincia de Jujuy y la de Salta.
Iruya se encuentra a 2750 msnm emplazada en los faldeos orientales de la sierra Victoria, inmersa en el ambiente de las yungas.
Parece colgar del cerro y todas sus calles de piedras de diversos colores tienen una fuerte pendiente que te obliga a fortalecer las piernas al caminar.
Acampamos a la sombra con una vista impactante de las laderas de las montañas.
Al día siguiente pensábamos hacer una caminata que se realiza por el lecho de un rio hasta otro pueblo: San Isidro. Pero amaneció lloviendo. Nos rodeaba una nubosidad baja que casi nos cubría. Sabíamos que en estas ocasiones el caudal de los rios puede subir repentinamente, asi es que ni nos levantamos a la hora que teniamos previsto y cambiamos los planes: el día nos invitó a almorzar en uno de los tantos comedores: estofado de cabrito, milanesa de llama con papas andinas con una Salta Negra; de postre queso de cabra con dulce de cayote.
La lluvia no paró en todo el día y ya empezábamos a pensar que quizás al dia siguiente no podriamos emprender el regreso. Lautaro se quedó haciendo trasnoche de fueguitp guitarreada y yo me fui a dormir temprano.
A las 7 de la mañana me despertaron los pájaros y el sonido de la gente que se ponía a trabajar, sígnos de que la lluvia habia parado. Abro la carpa y un hermoso sol iluminaba las cimas de los cerros. Brillabam las hojas y las flores. las primeras horas transcurrieron en pleno silencio: leer  con un mate y cámara en mano para no perderme a las aves que se posaban cerca: chingolos, calandrias reales, pepiteros de collar, jilgueros, cortarramas...y los que escuchaba pero no veía.
Al rato llegarían los cóndores. Sí, sin esperarlos allí estaban, con su vuelo majestioso  a gran altura, con el perfil de sus alas extendidas y un cielo azul de fondo.
Iruya, ya volveré.

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