Cuando viajamos en nuestro bolso llevamos muchas más cosas que algunas mudas de ropa. Llevamos las ganas de aprender, de conectarnos con lo que se nos presente, la capacidad de asombro, la curiosidad. Pero esta vez mi mochila lleva además algunas penas. No quise dejarlas en Bs As, quise que viajaran conmigo. Quizás me agarren abriendo un bolsillo, cerrando la bolsa de dormir, o esperando que un micro nos lleve a la Quebrada. Y aquí estaré para atajarlas y darles pelea. Porque la vida es todo esto junto.
Hermoso vuelo en un día de sol que nos permitió ver el serpenteo del río Paraná y su delta desde el aire y, llegando a Salta, los cerros que en esta época están tan verdes.
Nos esperaban Gladis y Jorge, familia querida y de brazos abiertos. Una recorrida en camioneta por pueblos cercanos a la capital, plantaciones de tabaco y la paz de una tarde observando algunas de las tantas especies de aves que habitan el ambiente de las yungas.
La primer noche no podía recibirnos mejor: hoy se hacía el desentierro del carnaval y de la mano del diablo (el pujllay) comienza la fiesta. Con el aire teñido de perfume a albahaca se abre el pozo realizado el año anterior y se desentierran botellas de alcohol que luego se destapan para llenar una tinaja de barro y preparar la bebida que muchos van a tomar para realizar la ofrenda a la Pachamama. Hojas de coca, cigarrillos, papel picado y espuma de carnaval para que las penas, hoy, bailen bajo la lluvia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario