domingo, 22 de julio de 2018

ESTEROS DEL IBERÁ III


Ante la posibilidad de que volviera la lluvia, tomamos temprano una excursión en lancha para recorrer la laguna. El día está frio y el soĺ, timido. Muchos animales se protejen y no son fáciles de avistar. Algunos yacarés quedaron bajo el barro, manteniendo su temperatura. Otros en cambio asoman su cabeza, inmóviles, buscando los escasos rayos de sol que de tanto en tanto aparecen en el cielo encapotado. La lancha va entre los juncos y en eso el motor se detiene para escuchar, detrás del aparente silencio, los sonidos de la vida entre las aguas quietas de la orilla.
Los personajes de los relatos de Gustavo Roldán, que hace unos días releímos con Ceci, se aparecieron con sus diálogos comprometidos y su humor picaresco. Alza vuelo con sus alas enormes una garza mora. Dos jotes vigilan desde lo alto de un árbol y buscan algún animal ya muerto para alimentarse. Una becasina con su pico largo se asoma desde el nido construido en el pajonal. Varios carpinchos caminan sobre los embalsados, esos entramados de plantas acuáticas, islas flotantes que se desplazan siguiendo el curso lento del agua.
Más tarde nos esperaban los senderos a pie.
Caminamos sigilosamente, chapoteando con las botas en el barro. Lautaro ya sabe mirar con atención y curiosidad. Escuchó las ramas que los carayá movían al desplazarse. Y alli estaba la tropa, en la parte más alta de los árboles más altos. Aprendí a observarlos ayudando a mi amiga Silvana en un trabajo de campo en Isla del Cerrito.
Saliendo del monte se llega a la orilla de laguna y allí estaban los carpinchos en familia. Un macho se pelea con otro para defender su territorio. Los rodean los picabuey que aprovechan a posarse en sus lomos para alimentarse de los parásitos o para buscar pequeños insectos que surgen entre los pastos removidos.
Tarde de mate y chipá, que no podia faltar en tierras guaranies.
Temprano encendimos el fuego, nos esperaba un rico asado para reponer fuerzas.

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