sábado, 23 de enero de 2016

Chile sur VII




Día ocho

A  veces en los viajes los días se presentan intensos y te imprimen sensaciones que no vas a olvidar.
Arrancamos temprano rumbo al Parque Nacional Chiloe, cruzando la isla nuevamente hacia su costa occidental. Caminamos por senderos de un bosque húmedo, hogar de varias especies endémicas de la zona. Avanzamos por pasarelas sobre turberas y humedales. Por un camino de arrayanes llegamos a la costa del Océano Pacífico, esta vez, el mar abierto. Una bruma marina que por momentos se transformaba en llovizna, cubría las dunas.
Pero la tarde tenía más sorpresas. En la isla los poblados se turnan para celebrar las fiestas costumbristas. Este sábado le tocó a Narcón, en las afueras de Castro, la capital de Chiloe. Llegamos con el festival a pleno y pudimos contagiarnos y compartir la alegría de la gente bailando la música chilota de guitarras y acordeón. En un rincón, sobre el piso, terminaban de sacar porciones de curanto, una comida tradicional hecha con carnes, papa y mariscos cocidos entre unas piedras y hojas bajo la tierra. Tuve que poner las dos manos para recibir los mejillones que me regalaron, recién sacados del pozo, con sabor a humo.
Nos volvimos al camping con las cuecas, las rancheras y las cumbias chilotas resonando en la memoria. Hoy, en mis sueños, bailaré hasta que se conviertan en polvo mis pies.

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